Arte contra la guerra

Texto publicado originalmente en catalán en Núvol. El digital de cultura 4.11.2023

Hoy se celebra Dibujos x Gaza, mercado solidario de dibuijos, ilustraciones, serigrafías y otras obras de arte para recaudar fondos para Palestine Children’s Relief Fund.


Hace días que me pregunto por qué, cómo, hasta cuándo. ¿Por qué esto no se detiene, cómo podemos detenerlo, hasta cuándo durará? Hace días que vemos amplificado frente a nuestros ojos en la pantalla del móvil, el ordenador, la televisión, el dolor de miles y miles de personas. Un dolor que no es nuevo, que sabíamos que existía, que hace años que dura, pero que ahora brota en cada emisión, en cada scroll mientras curioseamos las redes sociales distraídos, absortos en nuestro mundo, en nuestras preocupaciones y pequeñas o grandes miserias. Unas imágenes y un dolor que parecen diferentes estos días quizás por la intensidad, por la frecuencia, y por la dureza, porque las víctimas son en su mayoría niños.

Me pregunto a cada rato cuántos diarios de una Zlata Filipović adolescente palestina que no ha conocido otra realidad que la guerra se habrán perdido bajo los escombros. Cuántos diarios como el de Anna Frank que quizás estaba escribiendo una joven palestina nunca verán la luz porque han quedado sepultados con ella en el último bombardeo. Quizás se llamaba Mayar, Lana, Rahima, y ​​no habiendo conocido otra vida que la del apartheid y el terror, explicaba su día a día pensando que algún día el mundo lo leyera. Y supiera lo que estaba pasando, lo que estaban pasando, desde hacía más de 75 años, una generación tras otra, su pueblo.

Me pregunto si seguirá viva la niña de ojos brillantes que contaba en un vídeo, de los muchos que vemos estos días de niños sentados sobre los escombros de su casa, lo feliz que era por haber salvado sus libros y certificados escolares. Los puso en la mochila cuando supieron que debían huir porque la casa podía ser bombardeada; sus diplomas y los de sus hermanos, y decía que si se los destruían le destruían la infancia. Como si no le hubieran destruido ya. Quiere, (¿quería?) ser ingeniera. En medio de aquella desolación la alegría en sus ojos, la esperanza, la resiliencia. Me pregunto cómo viven las familias israelíes rehenes desde el día 7 de octubre. Me encuentro preguntándome si están juntos o separados. Si los niños sufren o han podido crearles una pequeña burbuja de normalidad o de juego para disimular el horror y el terror que están viviendo.

Me pregunto con quién vivirá su próximo aniversario, si es que sabe el día, la criatura que ha quedado ciega después de unos de los ataques, quizás el de una de las escuelas de la ONU que acogían a desplazados, quizás el de el hospital bombardeado bajo pretextos militares. También la guerra tiene normas, he leído que se dice. Pero yo no sé ni de guerras, ni de política internacional, ni sé lo suficiente de la historia del pueblo palestino, pero no puedo dejar de preguntarme si alguien de la familia de Samar de 6 años ha quedado viva o todos están muertos, como ella, registrada, ella sí, en una lista de nombres para que no queden en el olvido. No todos están, no todos llegarán a estar. Me pregunto si alguien llorará su muerte o nadie recordará cuál era su color preferido, qué golosinas compraba en el bazar de regreso de la escuela, qué sueños tenía para cumplir y que ya nunca serán. Me pregunto cómo está la madre que nunca recibirá ningún abrazo de Youssef, de 5 años, que ni siquiera pudo despedirse de su pequeño cuerpo dentro de una bolsa plástica blanca, porque estaba inconsciente en otro hospital de la ciudad, y apenas conseguirá saber en qué fosa común fue enterrado. Me pregunto quién cuidará a partir de ahora, a partir de mañana, de Mohamed, ahora huérfano y solo en el mundo en una camilla de hospital, hermano mayor de Lynn, de 4, que no ha sobrevivido, ha fallecido en la ambulancia, y cómo echará de menos a su hermana pequeña el resto de su vida. También le echará de menos la gatita de la familia, que ha sobrevivido milagrosamente al derrumbamiento del edificio y que ahora busca entre los escombros algún olor que le recuerde a la pequeña. Y quizá él recoja para hacerse compañía mutua a uno de los muchos perros callejeros que vagan confundidos esperando que alguien les comparta algún mendrugo de pan, una fruta de un árbol frutal que haya resistido en medio del polvo y la devastación. Cuánto dolor para todo ser con capacidad de sentir, de sufrir.

Pienso en los huérfanos sin padres, y en las madres y padres sin hijos. Quizá no sea ni el primer hijo que les han matado. Y me pregunto cuántos hijos muertos es capaz de soportar a una madre. Me pregunto si Hamza, de 3 años, ya recitaba entera la canción que le había enseñado la abuela, y si se rió el día antes de que la matara un misil. Me pregunto si Sham, de 2, quedó viva enterrada bajo las paredes derrumbadas de su casa y si murió sola, o si pudo asirse al menos a la mano ya fría e inerte de una madre o de un hermano hasta en su último aliento. Me pregunto y me revienta la pena pensar en Marwa, de 1 año, que no llegó a dar sus primeros pasos y la imagen de su cara dulce sólo quedará en el recuerdo de sus familiares vivos, si es que hay; se han perdido todas las fotos, como la casa, el barrio entero ha desaparecido. O Salam, como todos los menores de un año muertos en esta cruenta guerra, ya no podrán disfrutar más del descubrimiento del mundo. Un mundo gris para él, tal vez, pero su mundo. El de su familia, su tierra.

Y hace días que cada gesto cotidiano con mi hijo me trae imágenes de los gestos que ya no podrán realizar los más de 3.000 niños muertos en pocas semanas. Y cada travesura, cada risa, cada llanto, me hacen pensar en los instantes arrebatados a sus madres, a sus padres, abuelas, abuelos, hermanos. Si es que están vivos. Y en el estropicio interno, moral, social, comunitario que están viviendo y que desgraciadamente parece que no se detiene. Y me pregunto, cada día me pregunto, qué estamos haciendo el resto del mundo viéndolo en directo, frente a nuestros ojos, en nuestras pantallas azules, cómo se apaga una vida más, cómo se siguen cometen atrocidades inhumanas, como continúa día tras día, año tras año, un genocidio permanente.

Recuerdo como si fuera ayer el impacto que tuvo en mí a los catorce años La lista de Schindler. Mis padres explicaban siempre que al regresar del cine me encerré en el baño y no salí hasta al cabo de mucho rato, los ojos hinchados de llorar. Y recuerdo pensar que si algún día algo parecido volvía a pasar, y veíamos los trenes pasar, no nos quedaríamos pasivos, protestaríamos, nos rebelaríamos, pondríamos el cuerpo, si fuera necesario, para que todas aquellas personas no llegaran a su fatídico destino. Pero ha vuelto a pasar, y no sólo ahora, desgraciadamente ocurre cada día en las rutas migratorias del mediterráneo, en tierras o aguas más lejanas o más cercanas, en las tierras de las escrituras sagradas o en otros continentes, pero la sociedad civil no siempre reacciona . Recolectas de material, de ropa, sí. Protestas, algunas también. Pero siento impotencia de ver que seguimos nuestro día a día como si no estuviéramos siendo testigos y en parte cómplices de un genocidio. Entiendo que la salud mental es frágil, etc. Pero más frágiles son las vidas de quien muere tras el olvido o la desidia. Ni una miserable cacerolada, ni protestas creativas de desobediencia civil, ni presión a nuestros gobernantes para exigir un alto al fuego sabemos hacer.

Por eso no podemos sino aplaudir y apoyar toda iniciativa por pequeña que sea por hacer algo . El sábado 4 de noviembre de 11 a 19.30 se organiza en Gràcia Dibujos x Gaza, un mercado solidario de dibujos, ilustraciones, serigrafías y otras obras de arte con el objetivo de recaudar fondos para Palestine Children’s Relief Fund, una organización humanitaria sin ánimo de lucro que proporciona desde 1991 ayuda a niños y niñas de Palestina en forma de atención médica gratuita.

Organiza y hospeda el evento benéfico El Diluvio Universal, C. Guilleries, 2, local 2. en colaboración con Taller Fosforito, Escuela La Gossa y Te Quiero Mucho, y como dicen en la presentación, aportar nuestro granito de arena en esta situación tan grave. Id. Vayamos.

Los zoos son un anacronismo indecente. La muerte de Kanelo

Escrito original en catalán para la revista digital Núvol, el 29 de junio de 2023

La muerte de Kanelo, la cría de orangután de un año del Zoo de Barcelona, genera, según los titulares, una nueva polémica, cuando la palabra debería ser indignación. No solo por su muerte, sino también por el hecho de que la moderna ciudad de Barcelona todavía forme parte de la indigna industria de la exhibición de animales vivos.

Con todo lo que sabemos sobre la sensibilidad de los animales o sintiencia (sentençasintiència, en catalán aún no hay consenso en la palabra para describir su capacidad de sentir) y el hito que marcó la Declaración de Cambridge de 2012 «The Cambridge Declaration on Consciousness« (según la cual científicos determinan que los animales no humanos no sólo tienen conciencia, sino también la capacidad de sentir felicidad y dolor al igual que las personas), parece mentira que a estas alturas todavía tengamos que abrir el debate sobre los zoológicos. No debería haber ningún debate. Los seres vivos con capacidad de sentir no deberían vivir privados de libertad para ser expuestos para el disfrute momentáneo de nadie. El tiempo que un visitante de un zoológico pasa frente a un animal es, en promedio, de 9 segundos. Una vida entera es el precio de tus 9 segundos. Pero bueno, tanto da si fueran 9 horas o 9 días.

La excusa de la ciencia ya no se sostiene. Ni siquiera la de la supuesta conservación de la especie para su reintroducción futura en sus hábitats. ¿Qué hábitats, si los estamos esquilmando? ¿A quién reintroducirán, a los bisnietos de cuántas generaciones de prisioneros? Los zoológicos de todo el mundo acumulan individuos, los intercambian por sus intereses económicos, matan animales sanos si tienen excedente, los reubican si conviene a los beneficios de la cría en cautividad para la continuidad del negocio. El impacto de esta estrategia en la conservación de las especies amenazadas es muy pequeño, ya que no incide en la conservación de su hábitat, con tasas muy bajas de éxito en la reintroducción. Busquen en Google las palabras «culling», EAZA, CITES, investiguen, lean, pregunten.

La excusa educativa ni siquiera merece ser mencionada. ¿Cómo se puede pretender que tiene sentido explicar cómo es un elefante si la infografía del cartel que hay delante de  sus «instalaciones» dice que son animales gregarios y sociales, habla de la cantidad de kilómetros que camina al día, y los niños que van a supuestamente aprender cómo es un elefante sólo ven un cuerpo con forma de elefante, pero que no tiene ni puede tener ninguno de estos comportamientos naturales? Además, ese elefante no es solo un ejemplar de una de las especies de elefantes, es un individuo, con su pasado, sus vivencias y recuerdos, y un presente y un futuro desalentador. Y por mucho que sus cuidadores se esfuercen en decir que la elefanta Susi de Barcelona fue acogida después de pasar por un circo y que trabajan permanentemente por su bienestar, tratar bien a tus prisioneros no quita inmoralidad al hecho de tenerlos en tal condición. No debemos de olvidar que Susi nació en estado salvaje en 1973 y fue secuestrada y exhibida en un circo y en otro zoo, y que le debemos hace ya demasiados años una vida digna, en semilibertad en un santuario de elefantes como el que ha propuesto una y otra vez desde el año 2008 la ONG Libera! y más adelante la plataforma ZOOXXI, tal como queda recogido en el documental Free Susi.

Los zoos perpetúan la idea de que los animales están para servirnos. Para educarnos, para permitirnos acercarnos, supuestamente, a la naturaleza. El Plan estratégico «El nuevo Modelo del Zoo de Barcelona: una mirada hacia el futuro”, promovido y redactado por la Dirección del Zoo de Barcelona en febrero de 2019 no se esconde de ello en su presentación: “(…) los zoos de hoy nos acercan a la naturaleza, nos hacen sentir partícipes, nos devuelven los sentimientos innatos que se despiertan en los niños y en nosotros mismos hacia los animales: aquello que el biólogo Edward O. Wilson, padre del término biodiversidad y de la ética de la conservación denomina biofilia. Pero el Zoo de Barcelona es mucho más. Además de formar parte del patrimonio cultural y sentimental de Barcelona y de sus ciudadanos, es un lugar de contacto y conocimiento de la naturaleza”.

¿De verdad que en la época de los drones, de la realidad virtual, metaversos y realidad aumentada, de los hologramas 7D, tenemos que usar la excusa de la biofilia innata de los niños para justificar la exhibición de animales en cautividad? Ya existen múltiples ejemplos de recreaciones de los hábitats y de los animales de un realismo o hiperrealismo, intensidad y experiencias sensoriales inmersivas mucho más gratificantes, educativas y éticas que las que ofrecen los zoos actuales. Podéis ver algunos ejemplos de estas alternativas al cautiverio en la propuesta de Metapark Zoo de Metaofix o los hologramas 7D de Magic Leap ya en funcionamiento en el Japón y Dubai. Y también podemos dejar volar nuestra creatividad e imaginación gracias a títeres como los de los animales del bosque y los caballos articulados de Sàndal Produccions, en Catalunya, o los de Handspring Puppet Company de Suráfrica. 

Con la aprobación de la iniciativa ciudadana ZOOXXI el 3 de mayo de 2019 la Ordenanza de protección, tenencia y venta de animales se modificó incluyendo un nuevo texto normativo sobre el parque zoológico de Barcelona. Recordamos que las iniciativas ciudadanas son un mecanismo de participación ciudadana del Ayuntamiento de Barcelona: “un medio con el cual la ciudadanía interviene a fin de que el Ayuntamiento lleve a cabo una determinada actuación de interés general (…)”. En su redactado, aprobado por el pleno, se hablaba de hacer una reconversión del zoo empezando por frenar la reproducción de todos aquellos animales que no estuvieran en peligro de extinción y que no formaran parte de planes de reintroducción, parar los intercambios de animales con otros zoológicos; continuando por la evaluación para su traslado de tantos individuos como fuera posible a santuarios donde pudieran acabar sus vidas dignamente, sin ser exhibidos; y finalmente, y a largo plazo, solo tener fauna autóctona y animales rescatados. Ahora mismo ZOOXXI tiene abierto un contencioso–administrativo contra el Ayuntamiento de Barcelona por incumplimiento de la ordenanza. Sencillamente todo sigue como siempre con un marketing mejorado. El anacronismo del zoo como colección de animales es una herencia del colonialismo, como la estatua de Colom en el puerto o los monumentos a los negreros aún en muchas calles de Barcelona. La ciudad aprenderá a vivir sin todos ellos, y cuando lo haga será un momento de reparación histórica a celebrar.

Pensar en la muerte de Kanelo de un año de edad y la devastación que debe de estar sintiendo Jawi, su madre orangután, también nacida en cautividad, tendría que hacer encoger el corazón a todas las madres humanas que actualmente alimentan, crían y disfrutan de ver crecer sus niños de un año, cargadas de oxitocina, la hormona del amor. A Jawi esta experiencia le ha sido arrebatada, a su hijo, negada. Pero no solo a las madres, que podrían empatizar más fácil por analogía de la vivencia, nos tendría que doler a todos y todas como sociedad.

Tendríamos que abrir noticieros, crear mesas redondas de expertos, tertulias con ciudadanas de la calle, volver a llevar a la opinión pública un tema del cual ya ni siquiera deberíamos de estar hablando. Tendríamos que estar ya gestionando la reconversión de los zoos en santuarios sin exhibición de los animales. “Y los puestos de trabajo que se perderán?” Ya escucho decir… Pues también se perdieron o reconvertieron cuando se cerraron los zoos de seres humanos y esto no fue excusa para mantenerlos, ni nadie niega que cerrar aquella ignominia era una necesidad ¿verdad que no?  

Berlin Zoo – pic by News dog media / DailyMail

Pero es que aquello era otro tema, eran personas, ¡aquí estamos hablando de animales!” También oigo decir… No solamente desde la corriente política de la antiespecismo sino también en base a estudios científicos, argumentos jurídicos, filosóficos y bioéticos, se está promoviendo en todo el mundo una actualización en la jurisprudencia para que determinados animales puedan obtener el estatus jurídico de “personas no humanas”, entre ellos los grandes simios, los cetáceos (ballenas, delfines), o los elefantes, a causa de la inteligencia que demuestran y de sus complejas reglas sociales.

Pero más allá de esta lucha que se ha iniciado en muchos países empezando por unas especies determinadas, como sociedad, debemos repensar si los zoos actuales tienen cabida en nuestra sociedad. Pensar si creemos de verdad que ver pingüinos de la Antártida en el Mediterráneo es educativo o una mera atracción para obtener más visitantes. “¡Pero son una institución en la ciudad! Muchos barceloneses tienen sus recuerdos de niñez ahí”. Ya oigo ese clamor… La falacia ad antiquitatem no decepciona, siempre vuelve: creer que lo correcto o verdadero es aquello que se ha hecho hasta ahora. Esta misma idea tendríamos que empezar aplicar a la tradición de Els Tres Tombs y a otras como la de la paloma viva en el pico del Àguila de Valls del baile de la imaginería festiva que permite, todavía, por San Juan, el Ayuntamiento de Valls y que hace años que se denuncia.

Quedémonos con el logotipo, las gráficas, los eslóganes si tanto lo queréis los nostálgicos… Llamad a la sociedad barcelonesa y todos los turistas del mundo a visitar vuestras instalaciones para aprender más de la fauna salvaje, de los animales de nuestro entorno geográfico, de los lejanos, de los extintos, de tantos y tanto como queráis, difundid las características de todos ellos y enseñemos a las nuevas generaciones a cuidar de sus hábitats, que, recordemos, también son los nuestros. Pero vaciadlos de seres sintientes, de criaturas de carne y huesos, piel, plumas y escamas, que también tienen corazón, emociones, sentimientos, receptores del placer y del dolor, que forman comunidades, cuando se los dejan, con sus semejantes, que interactúan con su entorno, cuando no se los  priva, que forman lazos con sus iguales, cuando no se les niega su vida en libertad, que tienen lengua, cultura y costumbres, cuando no se los desnaturaliza entre paredes de cemento decoradas, barrotes y hábitats artificiales.